VadeReto (JUNIO 2023).-

Descripción del logo: Como fondo se ve una ventana vista desde el interior. La luz que atraviesa el cristal, deja en penumbra todo lo demás. No se distingue el exterior, solo el enrejado de la ventana y unas hojas verdes que lo adorna. En la parte superior, aparece el texto "VadeReto", en rojo, con relieve y con trazo blanco bordeándolo. En la zona inferior, sobre una placa dorada con apariencia de estar clavada con cuatro tornillos, encima aparece grabado el mes y año en curso, en azul. En su vértice superior izquierdo aparece una pluma estilográfica y en el inferior derecho un lápiz con goma de borrar, ambos encima y cruzando la placa. La imagen queda formando un cuadrado, con los textos centrados horizontalmente.
Para ir a los relatos participantes, pulsa AQUÍ.

Buenos días/tardes/noches sean…

¿Sois personas curiosas, o tal vez cotillas?

¿Qué tienen de especiales vuestros vecinos, o tal vez vivís frente al mar, la montaña o alguna plaza pública?

¿Te has preguntado alguna vez qué hay más allá de unos cristales?

Estas preguntas se las podéis hacer al protagonista del reto de este mes. Porque vuestros relatos para este VadeReto se inspirarán en…:

LA VENTANA

Imagen, en blanco y negro, de una persiana, de las llamadas Venecianas (lamas unidas por hilos). No se distingue el exterior, ni tampoco toda la ventana. Es un primer plano muy cercano.
Imagen de DQGGGGE en Pixabay

Además de la fotografía, esta es la base para que construyáis vuestra historia:

Nuestro protagonista espera ansioso la llegada de la noche para situarse junto a la ventana.
A veces se sienta, otras permanece de pie.
Espera, nervioso e impaciente; deseando ver algo que le ha creado adicción.
Desde su piso, bastante alto, domina todo el exterior.

¿Qué es lo que se dispone a ver?

¿Quién es nuestro protagonista? ¿Es un fisgón, un voyeur o un estudioso?

¿Le interesan los vecinos, el paisaje, la luna o, simplemente, ve el pasar del tiempo?

¿Lo hace ocultándose o no le importa que le vean? ¿Es eso, tal vez, lo que quiere?

Vosotros le dais juego a esta historia. Podéis responder algunas de estas preguntas o descubrir otras.

Ya sabéis que tenéis disponibilidad para cambiar algo de lo sugerido; aunque debéis respetar a la protagonista pasiva, LA VENTANA.


Citas:

«El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada».


«Yo te miro, yo te miro sin cansarme de mirar y que lindo niño veo a tus ojos asomar».


«A fuerza de mirar, uno se olvida de que puede ser también objeto de miradas».


Preparad vuestra butaca, poneos algo de beber, recargad vuestra paciencia y disponeos a mirar por esa ventana. ¿Qué verán vuestros imaginativos y creativos ojos?

Besos Múltiples, Abrazos y Ashushones.
😊😉😘😘😘

P.D. Fondo de la Cabecera a partir de las imágenes de
Dorothe (Pixabay); y StockSnap (Pixabay).
Fondo del Logo a partir de la Imagen de Bertsz en Pixabay, edición JascNet.

P.D.2: Si veis cualquier errata, incongruencia, algo que os chirría… No dejéis de comentarme. Por muchas revisiones que haga siempre se me colará alguna. Gracias.

RELATOS PARTICIPANTES:
(por orden de participación)

  1. LA VENTANA DE LA ESPERANZA, de Marlen Larrayoz (Trujaman)
  2. DESDE LA VENTANA, de Noelia de la Flor (Con Zeta de Zombi)
  3. LA VENTANA, de Marifelita (Marifelita.blogspot.com)
  4. AQUELLA VENTANA, de Merche (Mercedes Soriano Trapero) (Literature and Fantasy)
  5. LA VENTANA, de Ana Piera (Píldoras para Soñar)
  6. LA VENTANA, de Flor (El Baúl de mis Libros y Juguetes)

VadeReto (MAYO 2023).-

Descripción del logo: Sobre un fondo negro se ve unas hilachas de humo procedentes de una fuente a la derecha de la imagen, fuera de la fotografía. En la parte superior, aparece el texto "VadeReto", en rojo, con relieve y con trazo blanco bordeándolo. En la zona inferior, sobre una placa dorada con apariencia de estar clavada con cuatro tornillos, encima aparece grabado el mes y año en curso, en azul. En su vértice superior izquierdo aparece una pluma estilográfica y en el inferior derecho un lápiz con goma de borrar, ambos encima y cruzando la placa. La imagen queda formando un cuadrado, con los textos centrados horizontalmente.
Para ir a los relatos participantes, pulsa AQUÍ.

Buenos días/tardes/noches sean…

Llegamos a Mayo y, además de la BBC, bodas, bautizos y comuniones, el tiempo se vuelve a mostrar letárgico e invitarnos a una ligera siestesilla saboreando el cálido sol. En la playa, en el campo, en una terracita, en tu balcón. En el colegio, en el trabajo, intentando escribir. El sopor te hace pesados los párpados y hasta escuchas unos susurros que te dicen ¡duérmete! 🥱😴💤

También puede ser que me haya pasao con la cerveza o con el papeo. 😅😂

Esos momentos de somnolencia involuntaria, pueden ser una fuente de dulces sueños o alguna alucinación.

Imaginad que…

«Tenéis los ojos cerrados. No estáis durmiendo profundamente, solo relajados. Sentís un confortable y placentero momento de paz. Así que, mantenéis la oscuridad en vuestra mente y saboreáis ese instante.
Pero, súbitamente, oís una voz que os susurra…»

¡ABRE LOS OJOS!

Y al abrirlos, en medio de la oscuridad, solo veis esto:

Sobre un fondo totalmente negro se ven dos ojos fulgurantes, amarillos e intensos. Nada más.
Imagen de Jacques GAIMARD en Pixabay

¿Susto, sorpresa, estupor, desconcierto, confusión…?

Esta es la propuesta para el VadeReto de este mes: seguid la historia.

¿Terror, fantasía, intriga, romance, seducción…?

Vosotros decidís.


Citas:

«El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada».


«Pocos son lo que ven con sus propios ojos y sienten con sus propios corazones».


«Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego».


Así que, abrid bien los ojos, mantened la mirada fija, observad sin miedo, otead en vuestra imaginación y contadnos un cuento.

Besos Múltiples, Abrazos y Ashushones.
😊😉😘😘😘

P.D. Fondo de la Cabecera a partir de las imágenes de
Dorothe (Pixabay); y StockSnap (Pixabay).
Fondo del Logo a partir de la Imagen de Niek Verlaan en Pixabay.

P.D.2: Si veis cualquier errata, incongruencia, algo que os chirría… No dejéis de comentarme.
Por muchas revisiones que haga siempre se me colará alguna. Gracias.

RELATOS PARTICIPANTES:
(por orden de participación)

(Próximamente)

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El primer enlace corresponde a la publicación en el blog personal (cuando lo haya),
el segundo, al comentario de aviso en esta entrada
para que podáis expresaros, comentar, interpretar o lo que os apetezca sobre el relato.

VadeReto (MARZO 2023).-

Descripción del logo: Fotografía de fondo de una puesta de sol. En el centro aparece un árbol, a través de cuyas ramas se ve el sol poniente. En la parte superior aparece el texto "VadeReto", en rojo, con relieve y con trazo blanco bordeándolo. En la zona inferior, sobre una placa dorada con apariencia de estar clavada con cuatro tornillos, encima aparece grabado el mes y año en curso, en azul. En su vértice superior izquierdo aparece una pluma estilográfica y en el inferior derecho un lápiz con goma de borrar, ambos encima y cruzando la placa. La imagen queda formando un cuadrado, con los textos centrados horizontalmente.
Para ir a los relatos participantes, pulsa AQUÍ.

Buenos días/tardes/noches sean…

Nos adentramos en el mes de Marzo y se vislumbra a lo lejos la Primavera. Ya sabéis cuántos refranes lleva asociado: que esta estación altera la sangre; que si vemos muchas flores, tendremos un buen Otoño; si vemos Golondrinas anticipadas, tendremos una primavera templada; si escuchas el cuco, será que ya llegó la prima Vera…

Sea como sea, es una estación apetecible. No hace mucho frío, no hace mucho calor, y empezamos a desear tomar el solecito en nuestros paseos.

Este mes es, a pesar de los pesares, un mes de felicidad. Dejamos una etapa triste y esperamos un cambio que nos llene de sonrisas.

Por eso, el tema del VadeReto de este mes va a ser:

LA ALEGRÍA

Para ello, nos vamos a inspirar en la siguiente foto:

Silueta de niños saltando sobre la orilla de una playa durante una puesta de sol.
Imágenes: Puesta de Sol de Kordula Vahle (Pixabay); foto original de los niños de MundoCreati.com; edición JascNet.

Niños, playa, puesta de sol, baile, saltos, mar… ¿Cuántas cosas más veis?

No ponemos este mes ninguna condición. Mirad atentamente la fotografía y escribid la historia que os sugiera.


Citas:

«Si muchos de nosotros diéramos más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, este sería un mundo más feliz».


«La mocedad es un sol de verano».


«Cuando suceden las cosas sólo puedes vivirlas; si son alegres, procurando abrir los poros para que entren lo más posible; las tristes, sacando la cabeza para que ese trocito de ahí arriba no se te ahogue».


Pues nada más que añadir. Sacad vuestra mejor sonrisa, llenad el corazón de júbilo y dejad que salga de vuestra imaginación las historias más alegres y esperanzadoras.

Que Deméter haga florecer vuestra inspiración y que la Primavera sea realmente un tiempo de alegría para toda la familia acervolense y amigos.

Besos Múltiples, Abrazos y Ashushones.
😊😉😘😘😘

P.D. Fondo de la Cabecera a partir de las imágenes de
Dorothe (Pixabay); y StockSnap (Pixabay).
Fondo del Logo a partir de la Imagen de  Bessi Hamiti (Pixabay).

P.D.2: Si veis cualquier errata, incongruencia, algo que os chirría… No dejéis de comentarme. Por muchas revisiones que haga siempre se me colará alguna. Gracias.

RELATOS PARTICIPANTES:
(por orden de participación)

(Próximamente)

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El primer enlace corresponde a la publicación en el blog personal (cuando lo haya),
el segundo, al comentario de aviso en esta entrada
para que podáis expresaros, comentar, interpretar o lo que os apetezca sobre el relato.

Una Entrega Misteriosa

Fotografía de un grupo de amigos conversando al rededor de una mesa. La toma es un primer plano en donde se ven enfocadas las bebidas y desenfocadas las personas. Uno de ellos mantiene en su mano derecha, en el aire, una copa de vino tinto.
Foto de Helena Lopes (Pexels)

Como cada último viernes del mes nos reuníamos en mi casa para celebrar una pequeña fiesta.  Por distintas razones, cada vez nos veíamos menos y habíamos acordado concertar este día como una obligación. Aunque cada vez estoy más seguro que hemos creado un compromiso social, más que una quedada entre amigos.

De esta forma, cada uno traía algo: una tortilla de patatas, unas croquetas, una botella de vino, unos aperitivos, algunas delicias del paladar, dulces para la sobremesa… lo que a cada uno le apeteciera tomar y compartir. Incluso, nos atrevíamos con algún juego de mesa que, en muchas ocasiones, dada la competitividad de mis amigos, más que diversión, pasaba a ser una auténtica contienda. Otras veces, preferíamos juegos inventados. Íbamos desarrollando las reglas sobre la marcha y nos asociábamos según el cariño del día. No obstante, debíamos de tener mucho cuidado; aunque nos encantaban los juegos de enigmas, la resolución de casos misteriosos, la invención de historias esotéricas; las mentes perversas de mis amigos siempre terminaban con algo tétrico, gótico o sexual-erótico.

Ese viernes, hicimos una cena rápida, de picoteo y cerveceo, y cuando nos disponíamos a tomar nuestras copitas y caldear el ambiente, llamaron a la puerta. Como anfitrión me dispuse a atenderla, pero cuando abrí, allí no había nadie. Pensé que sería una broma de algún vecino, pero cuando me dispuse a cerrar, vi que habían dejado una caja de cartón en el suelo, encima del felpudo. El Welcome quedaba totalmente tapado por esa misiva anónima. Ahora me doy cuenta de que era un presagio.

Miré de nuevo el pasillo y comprobé que todas las puertas estaban cerradas y en las escaleras tampoco se escuchaba ningún ruido. ¡Vaya forma tan intrigante y curiosa de usar la mensajería!

Cogí la caja, la miré y por muchas vueltas que le di, no encontré ninguna identificación. Ni del remitente, ni del destinatario. Así que supuse que era para mí, al haberla dejado en mi puerta, pero no tenía ni idea de quién me la había mandado, ni qué había dentro. Que yo recordara, hacía mucho tiempo que no compraba nada por Internet. Así que no podía ser ningún producto online.

Aunque… pensándolo más detenidamente, ¿sería algún perverso juego de uno de mis amigos? Sonreí y decidí seguir la corriente.

Cerré la puerta y me dirigí, de nuevo, al salón. Puse la caja sobre la mesa y observé la reacción de mis amigos. Ipso facto captó la atención de todos, como había previsto, aunque no fui capaz de averiguar quién era el originario de la broma. Todos se quedaron callados durante unos minutos. Me miraban y miraban la caja. Me preguntaban con la vista, pero yo no les respondía. Simplemente les sonreía.

Dilaté el momento, era una gran satisfacción la conmoción creada y… el silencio. ¡Qué difícil era encontrar un momento de silencio en nuestras reuniones!

Finalmente, les conté cómo había llegado la caja y mi total desconocimiento de su contenido. Primero, parecieron decepcionados porque yo no hubiera sido el creador del enigma; más luego, les encantó la posibilidad de participar en el misterio de un desconocido.

Como siempre, la primera en aportar alguna acción fue la ocurrente Sara:

—¡Juguemos! Que cada uno intente adivinar qué hay en el interior y quién la manda. Podemos imaginar historias fantásticas sobre esta caja.

Y, también como siempre, el primero en despreciarla y decidir sobre el asunto fue Marcos. Su ahincado protagonismo es inapelable.

—¡Venga ya, Tía! ¡Dejémonos de memeces! ¡Tenemos que abrir la caja! No podemos quedarnos mirándola como gilipollas esperando que se abra sola.

—¿Abrirla? ¿Y si es peligrosa?—le respondió, la siempre candorosa Rosa—. Además, no se ve ninguna zona de apertura.

—¡Qué más da! ¡Cojamos un cuchillo y rajémosla! —replicó Marcos, el salvaje.

—¿Y por qué no mejor con un hacha? —le soltó Nacho, riendo socarronamente, siempre atento a burlarse de él—. Tu finura y delicadeza nos abruma.

—¿Te estás cachondeando de mí? —respondió Marcos, comenzando a ponerse rojo—. ¿Acaso tú eres más sutil? ¿Pretendes abrirla a besitos? O mejor, dándole cabezazos, con el pedazo de molondro que tienes seguro que la pulverizas.

—¡Serás imbécil! ¿Por qué me insultas, gilipollas? Además, ¿por qué hay que abrir la caja? ¿Acaso es tuya? La han traído a casa de Pepe, él tendrá que decidir si se abre o no se abre.

—¡mi, mi, mi! La caja no tiene identificación, así que tampoco es de Pepe. Podría ser para cualquiera de nosotros. ¡Yo necesito saber urgentemente lo que hay dentro!

—¿Necesitas urgentemente? ¿Necesitas? Tú lo que en realidad necesitas es…

En ese momento intervino, Dolores:

—Chicos, ¡parad, parad, parad! Pero es que siempre tenéis que terminar igual. ¿Es que no hay forma de evitar que siempre nos agüéis la fiesta con vuestras tonterías? Da igual que sea por una caja, por un chiste mal contado, o por la marca de una botella de cerveza. Siempre tenéis que comportaros como gallitos y demostrarnos quién es el más chulito de la reunión.

—¡Qué bien, Lola!, lo estás arreglando. Tú como mediadora eres un tesoro —Saltó esta vez, el siempre puntilloso, Ricardo—. Los estás encaminando divinamente para que empiecen a darse besitos.

Todos rieron a carcajadas, ante el sonrojo de Dolores. Yo me limité a contemplarlos y pensar si estas reuniones siguen teniendo algún sentido, que no sea ir minando nuestra amistad y generando más animadversión entre nosotros.

El ambiente se fue caldeando en cuestión de minutos y las voces fueron subiendo de tono alarmantemente. Pasaron de las simples acusaciones a los insultos y, en breve, bien se podría pasar de estos a las manos.

Pero, algo estaba ocurriendo ajeno a todos nosotros. La caja había empezado a cambiar. Algo en ella se estaba transformando. No sabría decir el qué: su color, su tamaño, su olor… Por alguna razón, la atmósfera que la rodeaba aparentaba ser más espesa, más sombría, más estremecedora. Diría que incluso la vi temblar. Miré alternativamente a mis amigos y a la caja y, de alguna forma, comprendí que esta se estaba alimentando de la ira del ambiente.

De todo esto, yo fui el único que me estaba dando cuenta, porque no participaba en las discusiones. No obstante, me abstuve de comentar nada. Tampoco creo que me hubieran hecho caso. Seguramente, se habrían burlado o eludido mi observación grotescamente.

La tensión fue in crescendo y haciéndose tan dura y previsible que creí tener que usar el extintor para calmarlos, como ya tuve que hacer en alguna otra ocasión. Es la única forma de calmar las llamas de mis amigos, demasiado inflamables.

Sin embargo, esta vez no fue necesario. La caja pegó un increíble salto sobre la mesa y volvió a caer con un tremendo golpazo, aunque sin deteriorarse. Esto fue suficiente para que todos prestáramos atención y la discusión se disolviese.

Segundos después del tremendo susto, volvieron los gritos e imprecaciones, pero ahora dirigidos hacia la caja. Todos coincidían en que había cambiado, ya no era la misma que había llegado misteriosamente a la casa. De hecho, algo se estaba moviendo en su interior.

La verdad es que ninguno fuimos capaces de prever lo que ocurrió a continuación.

¿Qué había dentro? ¿Quién lo había mandado? ¿Cuáles eran sus intenciones? ¿Había sido la caja la incitadora de tanta ira o habíamos sido nosotros los que la despertamos?

Todos estos interrogantes quedaron sin respuesta.

Pero una cosa quedó perfectamente clara para mí, lo que hubiera dentro de la caja ahora estaba en mi interior. Yo me había convertido en un mero portador de aquello.

Y ahora espero, encima de otro felpudo, a que me introduzcan en otro hogar.

Este relato se corresponde con la propuesta para el VadeReto de este mes:
Continúa y completa la historia iniciada, con los personajes que más te gusten. Resuelve los interrogantes y revela, o no, el contenido de la caja.

P.D.: Cabecera creada a partir de la Imagen de Jill Wellington en Pixabay

P.D.2: Si veis cualquier errata, incongruencia, algo que os chirría… No dejéis de comentarme. Por muchas revisiones que haga siempre se me colará alguna. Gracias.

La Señal

Un relato de Jesús Relinque

«People with no face looking at a weird Amazon box»
Imagen generada por http://stablediffusionweb.com

El amigo y paisano Jesús Relinque ha querido empezar el año regalándonos este relato para el primer #VadeReto del 2023. Es un extraordinario honor para el Acervo, y especialmente para mí, contar con la presencia de este magnífico autor entre nuestros participantes. Creador de La Ciudad Oscura o los Goonies de Cádiz, entre otros. Tanto si os sentís viejos niños viejos, como si amáis la fantasía y el buen humor, os recomiendo su lectura.

Muchísimas gracias, Jesús.

Al lío. Aquí tenéis el relato:


LA SEÑAL

1

La comida se enfría en cada uno de los cuatro platos que adornan la mesa. Nadie la ha tocado. Nadie tiene hambre ya. Solo existe la caja. La caja y un relámpago de desconfianza por mirada.

—Y ahora, ¿qué?

Es el hombre mayor el que ha hablado. Parece nervioso. Sus manos no dejan de moverse. Se toca el pelo gris, la hirsuta barba, la nariz y luego regresa al cabello.

—Ahora la abrimos. ¡Anda que no! —contesta la joven de rojo. Extiende sus brazos hacia el centro de la mesa. El anhelo impulsa su movimiento. Nadie sabe a qué responde. Nadie excepto ella. Cuando está a punto de rozar la caja, una mano fuerte impide que se haga con el objeto.

—Ni de coña.

La voz resuena tan fuerte como la mano. Ambas pertenecen a una mujer que debe rozar los cincuenta. Tal vez los supere ya. El maquillaje vibra en su rostro hinchado. Desprende un aire artificial, como de cyborg con aspecto humano de novela de ciencia-ficción. Dice:

—No te conozco. Ni a ti ni a los otros dos. Pero ten por seguro que cuando digo algo, lo cumplo. Y estoy diciendo que la caja no se abre.

—Bien, bien, tranquilicémonos todos —el hombre barbudo trata de mediar entre la punzante confusión—. ¿Por qué no explicamos cada uno nuestras razones respecto a si abrir o no abrir la caja?

La joven de rojo resopla. Dice:

—No tengo que darle ninguna explicación a nadie. Simplemente necesito abrir esta caja. Es lo que hay. ¡Anda que no!

—Inténtalo, jovencita —ataja la mujer maquillada. Refuerza su amenaza empuñando su cuchillo de cortar la carne—. Yo de ti no me atrevería ni a tocarla.

El cuarto comensal no dice nada.

—Está bien —concede la joven de rojo—. Vamos a calmar los ánimos. Tal vez, de esa manera, sea más fácil llegar a un acuerdo.

—Gracias —dice el hombre de las barbas.

—No hay problema por mi parte —la mujer maquillada—. Yo solo tengo que decir que la caja debe permanecer intacta hasta que llegue la señal.

—Perdone, señora, ¿a qué señal se refiere?

—A la… señal. No sé. No tengo ni puñetera idea, maldita sea. Solo sé que, en algún momento, algo me hará saber que he logrado mi objetivo.

El hombre se rasca la barba con fruición. No para quieto. Es curioso que la persona más nerviosa de las cuatro sea la que trate de enfriar el ambiente.

—Bien, señora. ¿Y si le dijera que yo tampoco quiero abrir la caja?

—Pues bien por usted. Está en el bando de los ganadores.

—Espere. No he acabado. He dicho que no quiero abrirla, es cierto, pero eso es simplemente porque no me hace falta. Lo único que necesito es prenderle fuego directamente.

2

El hombre de las barbas rebusca en uno de sus bolsillos y saca un objeto. Lo pone sobre la mesa con delicadeza. Es un mechero. Dice:

—La caja es de cartón. No creo que cueste mucho trabajo conseguir que arda. En pocos minutos será un mero recuerdo y no habremos tenido que abrirla.

—No.

—No, ¿qué?

—Que no —insiste la mujer maquillada—. No me convence su argumentación. Mi objetivo es que la caja permanezca cerrada. Si arde, puede que se consuma primero por la parte de arriba. Y entonces, ¿qué? Puede que no gane. Puede que no llegue nunca la señal.

—Pero… ¿se puede saber a qué señal se refiere?

—A la señal de…

El cuarto comensal no dice nada.

La joven de rojo tampoco dice nada. La joven de rojo actúa. La joven de rojo aprovecha la discusión entre la mujer maquillada y el hombre de las barbas y se abalanza sobre la caja. La toma entre sus manos, sosteniéndola con gesto triunfal.

Y entonces ocurre.

—Se lo advertí.

El mantel de la mesa se tiñe de escarlata. El escarlata de los destellos de sangre. La sangre que proviene de la garganta de la joven de rojo. La joven de rojo acuchillada por la mujer del maquillaje recargado.

El cuarto comensal no dice nada.

—Dios mío, ¿qué demonios acaba de hacer?

—Cállese, señor. Usted venía con buenas intenciones y al final lo que ha demostrado es puro interés, como todos los demás. Y por su culpa me he despistado un momento y no me ha quedado más remedio que quitarme de en medio a la niña esta.

La niña, la joven de rojo, yace inmóvil en el suelo del salón. Un charco de sangre se extiende a su alrededor.

Quedan tres.

3

—Tiene razón, tiene razón. —El hombre de las barbas balbucea. Sabe que ha dado un paso en falso. También sabe que está a tiempo de reconducir la situación—. ¿Por qué no seguimos hablando? Retomemos la conversación en el punto en el que se quedó. Por favor, dígame, ¿a qué señal se refería?

El gesto de la mujer maquillada se convierte poco a poco en un cuadro surrealista. Aunque el salón tenga una temperatura agradable, está sudando como si fuera pleno agosto en Sevilla. Bebe un trago de agua. Suelta todo el aire por la nariz. Farfulla:

—A la señal del hijo de puta que me citó ayer aquí.

—Bien. Está bien, ¿ve? Podemos entendernos. Sabía que los tiros irían por ahí. Yo también fui citado aquí, como usted, como la pobre chica de rojo y como, supongo, nuestro compañero silencioso.

El cuarto comensal no dice nada.

—Bueno —prosigue el hombre barbudo—. El caso es que se me dieron instrucciones muy claras de que… En fin, que mi objetivo era destruir cierta caja de la que no necesitaba saber nada más. Simplemente eso.

—Por supuesto. —La mujer toma una servilleta blanca y la ensucia con los restos de su maquillaje. Ya no es un cyborg. Ahora es un trasunto de la Bruja del Oeste de El mago de Oz—. Pero ambos sabemos, a estas alturas, que todo esto no lo hacemos por mero divertimento, ¿verdad?

El hombre agacha la cabeza. Poco después, asiente con lentitud.

—Yo no sé qué le habrán prometido a usted, señor, pero sí sé lo que me han prometido a mí, y créame que voy a luchar por ello hasta las últimas consecuencias —La mujer vuelve a empuñar el cuchillo—. Ya lo ha visto.

—¿Me está amenazando?

—¿Usted que cree?

—Mire, le propongo algo. Seamos inteligentes. Como ya le he dicho, solo tengo que hacer que la caja arda. Y usted, con toda la razón del mundo, ha puesto el grito en el cielo, ya que, técnicamente, si la tapa se consume antes que la parte inferior, podría decirse que se ha abierto. Así que podría utilizar mi mechero para ir quemando poco a poco la caja excepto la tapa que la cubre. Tenemos agua. Podemos sofocar el fuego si se va de madre. Estoy seguro que, de esa manera, conseguiremos el objetivo tanto usted como yo. Y todos contentos. ¿No le parece?

La señora maquillada vuelve a beber. Ojalá tuviera a mano su abanico de los domingos. Le da vueltas a la cabeza sin dejar de empuñar el cuchillo manchado de sangre. Dice:

—Está bien. Lo haremos a su manera. Con una condición.

—¿Cuál?

La señora extiende el brazo y señala con la punta del cuchillo al cuarto comensal. Dice:

—Deshágase del mudo.

El cuarto comensal no dice nada.

—Pero, señora… Ni siquiera sabemos si su propio objetivo representa una amenaza para nosotros.

—Deshágase del mudo —repite—. O no hay trato y la caja se quedará intacta.

El hombre barbudo se levanta de la silla. Es alto. Corpulento. Bien vestido. Nada que ver con el comensal del que no saben nada.

—Señor… —dice el hombre barbudo—. No tiene porqué haber más muertes. Simplemente abra la puerta y márchese.

El cuarto comensal no dice nada. El cuarto comensal es calvo, achaparrado, con gafas de cristal grueso y una sonrisa de bruja que sella sus labios.

—Señor. Insisto. Hágame caso. Váyase y olvídese de esta mierda de juego.

El cuarto comensal no dice nada.

La mujer chasquea la lengua. Dice:

—Parece que sus dotes de convicción no están funcionando esta vez.

—Maldita sea. —El hombre de las barbas, en contraste con su calmado tono de voz, ha ido poniéndose más y más nervioso conforme ha avanzado el tiempo. Hasta que ocurre lo inevitable: alcanza el punto de no retorno—. El mudo de los cojones no va a impedir que me lleve la pasta. Tú lo has querido.

Y el cuarto comensal, por fin, dice algo:

—No debería darle la espalda a una desconocida.

4

El hombre de las barbas se detiene. La expresión de sorpresa salpica su rostro. Los ojos dilatados. La boca entreabierta. Siente la fría hoja del cuchillo en su cuello. Se lleva la mano al lugar en el que la mujer maquillada le ha apuñalado. Escucha una voz a su espalda:

—Imbécil. Es una caja de Amazon. De cartón del malo. En cuanto prendiera, se haría cenizas en un abrir y cerrar de ojos.

El hombre entra en shock y se desploma con estrépito.

La mujer no ha calculado nada bien la jugada. La corpulencia de su víctima es tan brutal que el cuerpo le aplasta al chocar contra el suelo. Hay sangre, pero no tanta como cabría esperar. La mujer manotea mientras nota que le falta el aire. Enarbola su cuchillo y lo clava una y otra vez en el mismo lugar. El hombre es una mole que le oprime los pulmones. Tose. Su garganta emite un ruido terrible. La mirada se le nubla. Hay algo que no le encaja. Cuando cae en la cuenta, es demasiado tarde. Las fuerzas le abandonan. El cuchillo cae al suelo con un tintineo metálico.

El cuarto comensal no dice nada. Alarga sus brazos para arrastrar la caja hacia su parte de la mesa. Finalmente, la destapa y mira en su interior.

Y en el interior no hay nada.

Antes de que pueda lamentarse por ello, nota una presión arrebatadora en la nuca que le estampa contra el interior de la caja. Un crujido rompe el silencio del salón. El cuarto comensal apenas puede ofrecer resistencia. Algo tira de él hacia arriba. Y de nuevo hacia la caja. Y de nuevo el terrible crujido. Logra conservar la consciencia hasta la cuarta repetición. Después de eso no hay nada más.

5

El hombre de las barbas tiene las manos ensangrentadas. Aún le tiemblan las piernas. Mientras contempla cómo arde la caja de Amazon, piensa que ha matado a dos personas. También piensa en el dinero que le han prometido. Tal vez pueda comprar unas vendas fuertes que tapen la boca a su conciencia, loca de ganas por gritar.

Mientras espera la señal, cae en la cuenta de algo. Se aproxima con pasos cortos al cuerpo inerte de la mujer maquillada. Entrecierra los párpados y localiza lo que buscaba. El cuchillo. En el momento en el que comprende lo que ha pasado, llega la señal.

6

La señal es la joven de rojo levantándose del suelo como una muerta viviente. De muerta no tiene nada. Se dirige al hombre de barbas con gesto risueño.

—Enhorabuena, sujeto 203. Ha sido usted el ganador del juego.

—¿Juego? ¿Cómo que juego? Hay dos personas… muertas. ¡Hay dos personas muertas aquí, coño!

—Eso ya lo veo. Y también veo que no ha sido muerte natural ni nada parecido, ¿verdad? —Mientras habla, la joven se acerca a la mesa, toma uno de los cuchillos y se lo clava en la palma de la mano sin consecuencias—. Eso sí, los cuchillos son inocentes. Tendría que ser muy persistente para matar a alguien con ellos.

—Hija de puta. Lo tenía todo planeado.

La joven se encoge de hombros. Dice:

—¡Anda que no! Así son los experimentos, sujeto 203.

—¿Sabe que le digo? —El hombre aprieta los dientes y se prepara para abalanzarse contra ella—. No quiero su puto dinero. Me las va a pagar.

Poco antes de que la alcance, el cerebro del hombre es atravesado por una certera bala. Segundos después, la joven saca una grabadora y comienza a recitar con voz mecánica:

—Experimento número 64. Eficiencia de resultados obtenidos: nueve sobre diez. Informe individual de sujetos. Sujeto 201: perfil defensivo, egoísta, calculador; no logró su objetivo. Sujeto 202: perfil espectador, pasivo, inteligente; no logró su objetivo. Sujeto 203: perfil destructivo, inestable, negociador. Logró su objetivo. 


VadeReto (ENERO 2023).-

Descripción del logo: Fotografía de fondo de una caja de cartón con pegatinas de "Fragile" en ella. En la parte superior aparece el texto "VadeReto", en rojo, con relieve y con trazo blanco bordeándolo. En la zona inferior, sobre una placa dorada con apariencia de estar clavada con cuatro tornillos, encima aparece grabado el mes y año en curso, en azul. En su vértice superior izquierdo aparece una pluma estilográfica y en el inferior derecho un lápiz con goma de borrar, ambos encima y cruzando la placa. La imagen queda formando un cuadrado, con los textos centrados horizontalmente.
Para ir a los relatos participantes, pulsa AQUÍ.

Buenos días/tardes/noches sean…

Nos adentramos en un nuevo año con el corazón en un puño. ¿Se terminará de una vez por todas estas etapas de sorpresas chungas? ¿Qué tocará este año, la invasión alienígena o la plaga zombi? Lo mismo nos invaden zombis del espacio. ¡Toquemos madera! Mejor, abracemos árboles, por si acaso.

Lo que está claro es que será un año lleno de sorpresas. Menos para la bruja Lola, que dice que sabe todo lo que va a pasar. Por si acaso, no hagáis planes con sus predicciones.

De momento, tenemos la celebración de los Reyes Majos, que espero que también sean Magos, porque tenemos la billetera llena de billetes del monopoly y el monedero de moneditas de céntimos de jugar al bingo durante las Navidades.

Esta es la fiesta para los renegados del Santa y el Papanoé. Los resistentes al cambio. Los que todavía creen que por ser tres, los majos podrán traerles aquel regalo tan grande y pesado que tanto deseaban y que el forastero barbudo no les trajo. No saben que el único que carga con los paquetes es Basaltá.

Una fiesta, en definitiva, para repartir y abrir regalos. Cajas y cajas llenas de sorpresas. Con el optimismo de los que quieren acertar en sus obsequios y la esperanza de los que piden que dentro haya uno de sus deseos. Difícil disquisición.

Pero… ¿Qué pasa con los regalos inesperados?

De esto trata el VadeReto de este mes, porque tendréis que escribir sobre:

¡LA CAJA!

Una caja de cartón sin ningún tipo de identificación, con un signo de interrogación rojo en su frontal. De fondo, la superficie de una mesa de madera, de color marrón oscuro.
Imagen de la mesa de George Dolgikh en Pixabay; edición JascNet.

¿De qué se trata?

Pues leed con atención:

«Un grupo de personas está sentada al rededor de una mesa. Puede que estén comiendo, en una reunión laboral, en algún tipo de experimento sobrenatural, preparando una conspiración… Pueden ser una familia, un grupo de amigos, compañeros de trabajo o gente que no se conocen y por alguna determinada razón están allí reunidos. Vosotros decidís los detalles.

»De repente, llaman a la puerta. Alguien se levanta a abrir, pero no hay nadie fuera. Sin embargo, al mirar al suelo, puede ver que han dejado una caja. Una caja que no lleva ningún dato. Ni remite, ni dirección de entrega, ni logotipo o marca de ninguna empresa. Una caja totalmente anónima, sin ningún tipo de identificación.

»La coloca en la mesa y todos, al verla, muestran asombro y miedo. ¿Qué hay dentro? ¿Por qué nadie se atreve a abrirla? ¿De qué tienen miedo?»

Y hasta aquí los supuestos para el reto.

Vosotros tenéis que darle forma a la historia y completarla. Crear los personajes que más os gusten, resolver los interrogantes y revelar, o no, el contenido de la caja.

¿Sencillo o difícil?

En este reto, más que nunca, tendréis que hacer uso de vuestra imaginación, creatividad e ingenio. Pero de una cosa estoy seguro, tenéis el talento y la habilidad necesarios para deleitarnos con vuestras historias.

Citas:

«Todo es sorpresa. El mundo destellando siente que un mar de pronto está desnudo, trémulo, que es ese pecho enfebrecido y ávido que sólo pide el brillo de la luz».


«Siempre he sabido que las grandes sorpresas nos esperan allí donde hayamos aprendido por fin a no sorprendernos de nada, entendiendo por esto no escandalizarnos frente a las rupturas del orden».


«Sólo los niños aceptan las sorpresas por el placer de las sorpresas».


Esto es todo por este mes. Muchas gracias, familia acervolense, por estar siempre ahí, dispuesta para participar en mis locuras, aportar vuestras maravillosas historias y colaborar a que este rincón sea un verdadero tesoro literario. Sin vosotros esto no sería nada.

Que la musa campanillas os llene de alegrías y preciosas sorpresas este Nuevo Año y que la musa inspiradora os regale brillantes y divertidas ideas.

2023 Happy New Year!
Con motivos de serpentinas y fuegos artificiales.
El texto y año son dorados y predominan los colores púrpuras y rojos.
Imagen de Peace, Love, Happiness en Pixabay.

Besos Múltiples, Abrazos y Ashushones.
😊😉😘😘😘

P.D. Fondo de la Cabecera a partir de las imágenes de Dorothe (Pixabay);
y StockSnap (Pixabay).
Fondo del Logo a partir de la Imagen de Davie Bicker en Pixabay.

RELATOS PARTICIPANTES:
(por orden de participación)

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El primer enlace corresponde a la publicación en el blog personal (cuando lo haya),
el segundo, al comentario de aviso en esta entrada
para que podáis expresaros, comentar, interpretar o lo que os apetezca sobre el relato.

La Liberación del Monstruo

Sobre el fondo de una carta manuscrita, amarillenta por el tiempo, aparece la imagen de una especie de monstruo, levemente difuminada. Lo más significativo de este son sus imponentes hombros desnudos; una perilla blanca y muy larga; y los ojos blancos y relucientes. Su pose es descarada mirándote de frente.
Composición a partir de las imágenes de: Artemtation en Pixabay (Fondo); Kalhh en Pixabay (Monstruo).

Buenos días, no van a ser, inspector Kelly.

Tampoco le diré que deseo que se encuentre bien al recibo de esta misiva, porque sé perfectamente que no es así. Cada una de las cartas que le he mandado ha tenido la misión de minarle la moral, jugar con sus emociones y reírme de su inteligencia.

Siempre fue mi intención dejarlo derrotado tras leerme, porque quería que sintiera como suyo lo que yo siento con cada víctima que dejo en el camino. Quería que supiera lo que siente el Monstruo, como me han apodado los medios, esos que se nutren con mis crímenes cual carroñeros. ¡Qué ironía!

Sin embargo, como comprenderá al terminar de leer, esta vez será distinto, porque esta será la última carta que reciba. Ya no le dejaré más pistas falsas, ni habrá más notas de prensa, ni más burlas a sus fatídicas pesquisas. Por fin podrán dormir tranquilos todos los miembros de su departamento y descansar, sobre todo usted, en paz y sosiego.

Mi captura se ha convertido en su gran obsesión y obligarme a dejar de matar su gran preocupación. En lo primero no lo voy a complacer. En lo segundo, puede estar seguro que así será. Esa es la intención de esta carta.

Siempre hemos estado en lados opuestos del bien y el mal, o eso es lo que usted siempre ha querido creer. Yo me he limitado a limpiar nuestra ciudad de indeseables, corruptos, ladrones y delincuentes. Los mismos que usted y sus amos han estado encubriendo y salvando del castigo. Permitiendo que se mofen de sus víctimas y otorgándoles privilegios para seguir pisoteando a quienes se les antojen.

No, no me malinterprete. De ninguna forma le estoy presentando una excusa. Mi primer instinto nunca fue establecer una misión de justicia allí en dónde ustedes apartaban la vista. No. Mi impulso natural siempre ha sido matar. Así de sencillo. El que las primeras víctimas fueran de tal calaña solo fue cosa del destino y la casualidad. Luego, los medios, la gente y jugar a burlarme de la autoridad, estableció el camino.

Tranquilo, no desespere, ya estoy terminando. Solo necesitaba prolongarme lo necesario para que este comunicado fuera lo suficientemente extenso. Soy consciente de la ansiedad que le creo y de su manía de humedecerse los dedos con saliva para pasar las páginas. Ambas cosas han determinado su destino, nuestra fatalidad.

¿Qué le pasa, empieza a tener dificultad para leer? ¿Comienza a ver borroso? ¿Le falta la respiración? Ya queda muy poco.

Quería matar al Monstruo, pero nunca se ha visto capaz. Se lo puse en bandeja muchas veces. De hecho, se lo mostré continuamente. Incluso, se lo dejé intuir en cada misiva. Pero es verdad ese dicho: No hay peor ciego que el que no quiere ver.

¿Aún no lo entiende? ¿No le dice nada el regusto en su boca? El veneno que ha chupado ya está haciendo su efecto y no tiene vuelta atrás. Al final ha sido sencillo, muerto el Hombre, muerto el Monstruo.

Sé que en el fondo terminará de leer esta carta con una sonrisa en los labios.

Siempre dentro suyo, Inner Freak.

Este relato es mi aportación para el VadeReto de este mes:
Escribe una historia contada a través de una Carta.

P.D.: Cabecera creada con la Imagen de fondo de CocoParisienne en Pixabay.

Un Cadáver a la Mesa

Imagen de un rincón de un bosque en dónde se ven dos árboles. Uno delante, grande e imponente, con las ramas, también grandes como en un inmenso abanico. El otro árbol tiene las mismas características, pero aparece más pequeño en la perspectiva. Ambos crean una especie de burbuja de aire que engloba la escena y sus troncos, de forma que el verde de las hojas se transforma en marco de la escena y la fotografía.
Imagen de Jplenio en pixabay.

«Al fin llegué a los pies de aquella impresionante y antiquísima deidad. Su anchura me limitaba todo el horizonte y se elevaba de forma tan indefinida que parecía perderse más allá del firmamento.
El silencio era tan intenso que dañaba a los sentidos. Solo mi corazón se empeñaba en querer quebrantarlo. La quietud era tan profunda que ni la más tenue brisa se atrevía a perturbarla.
Con un hondo suspiro hinqué mi rodilla ante ella. Agaché la cabeza y le dediqué la plegaria que desde pequeño me habían inculcado. Deposité mi carga en el suelo y le agradecí su protección y vitalidad para la consecución de mi misión.
Me fui dejando tras de mí el pesadísimo lastre que me había encadenado durante tanto tiempo y sentí ganas de salir volando.
Allí quedaron solos, como en un encantamiento, los espíritus ancestrales y su cadáver.
...»

Emprendí el camino de regreso hacia mi cabaña. El día se había ido escabullendo sin que me diera cuenta y solo al ver luces iluminando sus ventanas me apercibí que la oscuridad se había adueñado del bosque. Abrí la puerta e intenté entrar dejando fuera mi desaliento y pesadumbre.

—Hola hombretón, has tardado mucho hoy en buscar la leña —me dijo ella nada más verme.

Como siempre que regresaba, me mostraba la más dulce de las sonrisas. Su belleza se resistía al tiempo y su presencia era la única fuente de calor que conseguía aislar las paredes del imperecedero invierno exterior.

—Ya está la cena, ¿has visto a Jai?

Un tremendo escalofrío hizo estremecer cada hueso de mi cuerpo. Endurecí el gesto para impedir que se mostrara toda mi negrura interior. Respondí con un minúsculo hilo de voz, evitando que su temblor me delatara.

—No.

—No le he sentido desde esta mañana. La humedad de la noche se está transformando en niebla y el frío no es bueno para sus viejos huesos.

Siguió con sus avíos en la cocina y yo, dándole la espalda para ocultarle mi semblante, me dirigí hacia la mesa. Las tres sillas se mantenían fieles a su alrededor y los cubiertos aparecían perfectamente alineados junto a cada uno de los tres platos.

—¿Estás seguro que no está afuera contemplando la salida de su querida amiga, la luna?

—No —dije de nuevo. Solo los monosílabos se atrevían a escapar de mi garganta.

—¿Qué te pasa? Te noto muy cansado.

Resoplé y, sin volver a responder, me senté en mi sitio, con la mirada baja y fija en el plato aún vacío.

—Verás cómo esta cenita que he preparado te reconforta.

Me llenó el plato de humeante sopa y sus efluvios me embriagaron, llevándome algo de calor y sosiego a mi lacerante corazón.

Ella se sirvió también y se sentó enfrente de mí.

—¿Sabes qué te digo? Tengo demasiada hambre y frío. ¡Hoy no vamos a esperarle! Ya regresará cuando su estómago le demande calor y sus congelados huesos anhelen la calidez de la chimenea.

Sorprendido ante su arrebato, miré hacia la silla que estaba a mi derecha, completamente vacía y fría. Ella también la miraba, pero parecía no ver nada.

—¿Has conseguido mucha leña? —me preguntó, intentado disimular la inquietud que la atenazaba. Era la primera noche que cenábamos sin su presencia—. Ha dicho la radio que se avecina un temporal de nieve. Mañana deberíamos de ir a comprar reservas, por si nos quedamos aislados.

Yo le respondía con simples gestos de mi cara o de mis hombros. Cada palabra que intentaba escapar era atrapada por mi desangelado ánimo.

Ella hablaba sin parar, parecía destilar una nueva frescura, denotaba que la había abandonado una pesada carga. Me contaba lo que había hecho durante el día; sus planes para mañana; las noticias que había escuchado en la radio; sus quehaceres con los animales. Yo empecé a relajarme y, sin darme cuenta, comencé a hablar también. Hacía años que no manteníamos una distendida y sencilla conversación. Su presencia siempre flotaba entre ambos y la distraía de mis palabras. Era un impenetrable obstáculo hasta para nuestras miradas.

La veía hablar, con jovialidad y aplomo. De vez en cuando, miraba levemente hacia su asiento, pero el vacío no la capturaba. Su ausencia parecía no hipnotizar su atención y volvía a su sencilla verborrea. Me miraba candorosamente. Sus ojos me mostraban que su felicidad todavía era posible.

Conversamos toda la noche y ni una sola vez torció su preciosa sonrisa. Incluso, luego, mirándola mientras dormía, la sentí en paz y libertad. Por fin había escapado a sus cadenas.

Jailergud la controlaba desde que nació. Nada podía hacer sin su consentimiento y ella no sentía libertad para hacerlo sin su consulta. Toleraba mi presencia con desprecio, pero sabía que no podía remediarlo, yo nunca renunciaría a ella y no podía arriesgarse a que ella se rebelara y escapara a su influjo. Hoy, por fin, he conseguido que recobre la libertad que nunca tuvo.

Ahora, una inmensa paz invade también mi alma. Puedo confirmar que no he errado en mi empresa.

¡No, no soy un asesino!

Jailergud murió hace ya siete años y, desde entonces, ella soportaba su influencia como si nunca se hubiera ido. La seguía poseyendo igual que en vida. Así que decidí hacer caso a la leyenda. Desenterré sus huesos y los llevé hasta la divinidad del bosque. Sé que el sortilegio ha funcionado. Hoy, después de tanto tiempo, he conseguido que su fantasma regrese al inframundo y nos deje vivir en paz.

Este mini relato es mi propuesta para el VadeReto de este mes.
El Reto consiste en continuar el texto que aparece al principio, sobre fondo sombreado: «Al fin llegué a los pies…»

El Cuadro

Montaje a partir de las imágenes de Ractapopulous (Pixabay) y Intographics (Pixabay)

Las calles vestidas de blanco recibían como cada año la Navidad. La gente se mostraba sonriente y se deseaba felicidad. «Todo hipocresía» pensó Marcus mientras llegaba al portal de su casa. Subió en el viciado aire del ascensor y caminó por el angosto y triste pasillo hasta su piso. Cuando fue a abrir la puerta se dio cuenta que en el suelo, apoyado en ella, había un paquete. Era liviano, cuadrado y parecía haber sido envuelto con premura y sin demasiado cuidado. No tenía remite ni dirección. Sin embargo, era el único residente en esa planta, tenía que ser para él. Lo recogió y entró en su apartamento.

Su casa era pequeña, vivía solo y lo tenía amueblado con lo imprescindible. Cuantos menos muebles, menos trastos para limpiar. Un pequeño salón, la cocina y un más pequeño dormitorio con acceso a un cuarto de aseo. Para él era suficiente, no necesitaba más espacio. Aunque no le hubiera venido mal un salón un poco más grande. La pared que enfrentaba a la entrada era su rincón más preciado. Una librería la ocupaba por completo. De tabique a tabique y del suelo hasta el techo. Decenas de libros se agolpaban en sus estantes que amenazaban con romperse y causar un alud de páginas llenas de historias. Era su única posesión y riqueza, aunque dudaba que de ponerlos a la venta consiguiera obtener mucha ganancia en caso de necesidad. Pero era su tesoro.

Dejó el paquete con desdén sobre una mesita y, sin abrirlo, se dirigió a la cocina para prepararse el almuerzo. No le hizo caso hasta la tarde, cuando volvió a topar con él. No era curioso por naturaleza. Además, se encontraba muy cansado y hambriento. Cuando el estómago le mandaba señales no había otra prioridad en su vida que intentar callarlo.

Después de comer, se sentó en el sofá y su feliz estómago le produjo un dulce sopor. Al despertar de una cabezada divisó el paquete. Ahora sí que le urgió la curiosidad ¿Qué era y quién se lo había mandado? No podía ser un regalo de Navidad. Había perdido el contacto con sus pocos amigos y la familia quedaba lejos y olvidada. Tampoco esperaba ningún pedido. Se afanaba en hacer sus compras en el comercio local. Sus principales gastos, además de la comida y las necesidades básicas, los dedicaba en la búsqueda de nuevos libros. Había descubierto una librería muy coqueta no muy lejos de su casa. La Ratonera. Era muy pequeña, pero tenía un ambiente cálido y acogedor. Además, siempre lo trataban con mucha amabilidad y atención. Le encantaba perderse entre sus escasas estanterías. Si buscaba algún libro que no se encontraba en ellas, se afanaban en buscárselo y traérselo. No necesitaba pedirlo por Internet.

Lo más misterioso del paquete era su anonimato. Ninguna señal daba pistas de su procedencia. No sin dificultad, consiguió abrirlo. Era un cuadro. Una pintura al óleo encerrado en un modesto marco. Cinco personas lo contemplaban misteriosamente desde el lienzo. Cuatro hombres y una mujer, que se situaba en el centro. Parecía una instantánea fotográfica que mostrara el ambiente festivo de una reunión. Sonreían y adelantaban sus vasos en un amago de brindis. La chica, morena y guapa, no sonreía. Ladeaba ligeramente la cara hacia el personaje más a la derecha. Un barbudo pelirrojo de prominente barriga. A su lado, un chico rubio de brillante sonrisa parecía reír la gracia que había soltado el amigo. En el otro lado de la escena, un chico de poco pelo y perilla burlesca mostraba cierto aspecto displicente. Pero quién más atrajo su atención fue el último personaje de la izquierda. Se parecía asombrosamente a él. Moreno, bien vestido y con esa media sonrisa que siempre encantaba a las mujeres.

Miró más detenidamente los rostros de los demás personajes de la pintura. Sus rasgos le resultaban vagamente conocidos, pero no podía recordarlos. La escena, sin embargo, no aparecía en su memoria. El pintor lo habría dibujado simulando la fiesta. En la esquina inferior derecha aparecía su firma, aunque era ilegible. Un mero garabato. Desistió de recordar nada. No sabía por qué, pero la escena, los colores, los rostros, cada detalle del cuadro le causaba fascinación. En lugar de deshacerse de él, lo puso en uno de los huecos de la librería y se volvió a olvidar de su existencia.

Dos días más tarde, mientras ojeaba entre páginas web en su ordenador, una noticia captó su atención. Un abogado de gran fama y prestigio había caído delante del metro justo cuando este llegaba a la estación. La teoría más evidente era el suicidio, aunque no se descartaba que algún cliente insatisfecho pudiera haberlo empujado. La fotografía le impactó como un puñetazo. En la imagen se podía ver a un hombre, de la misma edad que él, pelirrojo y con una esplendorosa barba. De forma fulminante, el personaje del cuadro le vino a la mente.

Salió corriendo y cogió la pintura. Para su sorpresa, la figura que buscaba había desaparecido. ¡No era posible! Ahora, en medio de la fiesta, solo se veía a la chica con los otros tres hombres. Ella ya no miraba al desaparecido pelirrojo, dedicaba su despechada y triste cara hacia el tipo de la perilla. Este, el rubio y el que tanto se parecía a él, mantenían la misma pose. ¿Qué mierda estaba pasando?

Volvió a mirar la fotografía que aparecía en el monitor. Cerró los ojos e intentó visualizar la imagen del cuadro. Tenía memoria fotográfica y en su mente lo veía. El parecido era tremendo. No, no. Su mente le estaba gastando una macabra broma. Desarmó el marco intentando ver algún truco en la pintura, pero solo estaba el lienzo. De hecho, la acuarela parecía estar todavía húmeda.

Volvió a montar el marco y dejó la pintura en la estantería. «Tiene que haber sido una estúpida ilusión óptica» No ha cambiado nada en la pintura. Lo miró en la resaca de la comida y la somnolencia de la siesta y creyó ver lo que no era. ¡No iba a darle más vueltas! Ya tenía bastantes problemas encima para volverse loco con estúpidas suposiciones mágicas.

Intentó olvidarse del cuadro y, unos días después, cuando parecía que lo había conseguido, escuchó a dos mujeres hablando en el supermercado. Un afamado músico había aparecido flotando en las aguas de la Magna Fontana. El dilema entre el suicidio y un desgraciado accidente, era el debate que las hacía hablar con exaltada vehemencia. Este se extendía hasta las redes sociales dónde decenas de teorías causaban el delirio de los “expertos” que daban sus indolentes opiniones. Una idea le hizo estremecerse. ¿Otro posible suicidio? Salió presuroso sin preguntarles nada. Cuando llegó a su casa se abalanzó sobre su portátil y buscó con apremio la noticia. Cuando la encontró, ni siquiera leyó el texto del artículo, se lanzó en busca de la fotografía del músico. Gritó de horror. Era el tipo de la perilla que aparecía en el cuadro.

Un tremendo temblor se adueñó de su cuerpo. Se empapó en un sudor helado que lo hizo tiritar. ¿Se estaba volviendo loco? ¿Era una pesadilla de la que no podía despertar? Consiguió una calma ínfima y, todavía temblando, se acercó a la estantería. El cuadro le esperaba amenazante. Lo cogió con los ojos cerrados visualizando la imagen en su mente. Estaba seguro de la escena que había pintada. Cuando lo miró estuvo a punto de desmayarse. Solo aparecía la chica, escoltada por el rubio y su representación. El presunto suicida también había desaparecido.

Lanzó el cuadro contra la pared en un arrebato de cólera y terror y se metió en el cuarto de baño. Abrió la ducha, con agua fría, y se metió dentro sin quitarse la ropa. Mientras el chorro helado le iba calando hasta las entrañas empezó a llorar. ¿Qué coño estaba pasando?

Cuando se desahogó, se quitó la ropa y terminó de ducharse con agua caliente. Eso lo relajó un poco y le permitió pensar. ¿El cuadro era algún tipo de sortilegio mágico que le estaba avisando de las futuras muertes de sus integrantes? No quería creerlo, pero algo en su interior le empujaba a admitir esa demente historia de hechicería y magia oscura.

Se vistió y se tomó una taza de chocolate caliente y un donut que lo esperaba paciente en la nevera. La comida siempre le calmaba. Mientras el líquido le iba adormeciendo los nervios, un siniestro pensamiento le derrumbó su placidez. ¿Y si no habían sido suicidios? ¿Y si alguien estaba asesinando a los personajes de la pintura? El cuadro parecía avisarle que el próximo en morir podría ser él. ¿Lo estaría avisando el propio asesino?

Volvió a coger el cuadro e intentó descifrar la cara de los otros dos personajes. Algo le seguía diciendo que los conocía, pero era incapaz de sacarlos de su memoria. Tenía que averiguar quiénes eran.

Con el cuadro en sus manos se dirigió de nuevo hacia el portátil. Le encantaba los juegos de búsqueda en Internet. Este sería el más difícil de su vida. Usando la apariencia física, intentando describir sus facciones, especificando la edad, el tipo de vestimenta, y todo lo que se le ocurrió, se metió en una febril búsqueda que le llevó varias horas. Pero no pudo encontrar nada. Había miles de personas con las mismas características que las que aparecían en la pintura. Cerró el portátil con pesadumbre y, abatido y exhausto, se fue a la cama sin cenar. A medianoche su estómago se lo recordaría.

Aunque pensó que no podría coger el sueño, el extremo cansancio que el estrés le había producido le hizo entrar en un duermevela que lo embutió en una deslavazada pesadilla. Nada en ella tenía sentido, excepto la chica del cuadro. Aparecía y desaparecía sin ninguna razón aparente. Llegó a un nivel de angustia que despertó enredado en la sábana, sudoroso y con el corazón en la boca. Pero ya creía saber de qué conocía a la joven del cuadro.

Se levantó, danto un salto y casi cayéndose por culpa de la sábana. Corrió hacia el salón y buscó enajenado en la estantería. Tiraba los libros al suelo con desprecio sin pensar en lo que los amaba. Al fin, encontró lo que buscaba. En una de las baldas, detrás de los libros, había un tubo de cartón. Dentro estaba la orla de su estancia en la universidad. Aunque no había conseguido terminar sus estudios, se había hecho la fotografía, como todos. La sacó histérico de su contenedor y la desenrolló sobre la mesa. Fue pasando el dedo por cada fotografía hasta que se paró sobre la de una chica. ¡Allí estaba! Joven, morena, atractiva. Sus rasgos eran inconfundibles. ¡Era ella! Debajo de la foto aparecía su nombre completo. Ahora sí lo tendría fácil para encontrarla en Internet.

Se arrojó sobre el portátil y no tardó en encontrarla. Aparecía en varias fotografías, durante una exposición de pintura, junto a algunos de los artistas. Buscó el nombre del salón de exposiciones y luego a los participantes del evento. ¡Bingo! Era nada más y nada menos que la directora del espacio ferial. Apuntó su dirección. Tenía que ponerse en contacto con ella y avisarla del peligro.

Pensó en salir corriendo a la calle y dirigirse hacia allí. Seguro que la encontraba trabajando. Sin embargo, era tal su estado de alteración que la chica en lugar de hacerle caso saldría corriendo asustada. No creía que se acordara de él, de la misma forma que él no la había reconocido en el cuadro. Se paró a pensar y decidió avisarla de otra manera. ¡Ya está! Le escribiría una carta contándoselo todo. Le pondría sus datos y teléfono para podérselo explicar mejor en persona. Pero era de vital importancia que se diera cuenta de la amenaza. ¡Iban a matarla!

Después de emborronar varias hojas, consiguió escribir una explicación verosímil. Debería evitar hablar del cuadro y sus premoniciones, eso le haría pensar que estaba loco —¿lo estaba?— y entonces no creería nada de lo que le intentaba contar. Firmó la carta y llamó a un servicio de mensajería urgente. Era lo más efectivo y rápido. No podía perder más tiempo.

Llegó el mensajero y se llevó la carta. Los instantes siguientes fueron demenciales. Se sentaba en el sofá. Se levantaba e iba a la cocina. Iba al cuarto de baño y se lavaba la cara. Regresaba al salón. Era una polilla encerrada dentro de un bote. Cada vez se alteraba más y sentía que se asfixiaba dentro de la casa. Sin embargo, no quería salir. La chica podía llamarlo por teléfono o irle a visitar. De todas formas, a dónde iba a ir. También él estaba amenazado de muerte. El sitio más seguro era su casa.

Por fin, después de unas horas eternas, escuchó ruidos en el pasillo exterior de la vivienda. Pisadas apresuradas se dirigían hacia su puerta. ¿Sería ella?

Unos monumentales golpes hicieron temblar la puerta.

—¡Policía, abra inmediatamente!

¿La policía? ¿Pero qué…? Claro, la chica había sido capaz de convencerlos de la gravedad de la situación. Después de leer la carta había decidido que era mejor poner el asunto en manos de los profesionales.

Abrió la puerta y la visión le congeló el saludo. El tipo rubio del cuadro, vestido de policía, estaba en la entrada de su casa, junto a dos agentes más de uniforme. Uno de ellos lo estampó contra la pared, le puso las esposas y le leyó sus derechos.

—Pero oigan, esto es un error, yo…

No lo dejaron hablar. Lo llevaron hasta el sofá y lo hicieron sentarse de un empellón.

—Está usted arrestado por acoso e intento de asesinato.

—¿Cómo? Oigan es a mí a quién quieren matar. Yo he intentado…

—¿Reconoce esta carta? —le preguntó el hombre del cuadro mostrándole los papeles que, efectivamente, él había escrito.

—Sí, claro. Era un aviso para la chica.

—¿Un aviso? ¿Querrá decir una amenaza?

—¿Amenaza? ¿Pero qué está diciendo? ¡La quieren matar!

—Es usted muy cínico, pero la carta es su confesión. Quería asustarla e incitarla al suicidio, como a los otros dos tipos. Sus intenciones han quedado claras.

—¿Mis intenciones? ¿Yo quiero salvarla? El cuadro, el cuadro… —gritó, intentando llegar hasta la estantería.

Uno de los agentes lo obligó a sentarse de nuevo, mientras el otro se acercaba a coger el cuadro de la librería. Lo miró con incredulidad y le dijo a su jefe.

—Es igual a los encontrados en las casas de los dos suicidas.

El rubio cogió el cuadro y se lo mostró a Marcus.

—¡¡¡No, no, noooo!!!

En la pintura se veía a su personaje abalanzándose sobre la chica, que gritaba y lloraba llena de pavor.

—Déjenos unos momentos solos —pidió el jefe a sus agentes. Luego, bajando la voz, se dirigió a un abatido y sumiso Marcus.

—No te acuerdas de mí, ¿verdad? Ni de los tipos que mencionas en la carta. ¿Tan efectiva ha sido tu capacidad de olvidar? ¿Quieres hacerme creer que no recuerdas quiénes éramos y lo que le hicimos a esa chica? Se ha convertido en una maravillosa artista y está usando estos cuadros para hacernos recordar nuestra culpabilidad. Afortunadamente, después de leer tu carta, ha llamado a la policía y he podido hacerme yo con el caso. ¡Escúchame bien! Me ha costado mucho llegar a dónde estoy y ese estúpido incidente de juventud no va acabar con todo lo que he conseguido en mi vida. Tú vas a ser el cabeza de turco que cierre de una puta vez este incidente.

Marcus no podía hablar, el nudo que sentía en la garganta le amenazaba con asfixiarlo. Imágenes de aquel día empezaron a explotarle en la cabeza. Ahora recordaba nítidamente lo que había pasado. La vergüenza y el miedo le habían hecho ocultarlo en lo más hondo de su mente.

Se levantó del sofá y se abalanzó sobre el balcón que estaba abierto buscando algún modo de escapar. El tipo rubio lo siguió y consiguió alcanzarlo. Sin embargo, en el forcejeo, los dos terminaron cayendo al vacío. Los ocho pisos de altura les fueron suficientes para recordar cada minuto de su fechoría.

Mientras los agentes corrían horrorizados hacia el exterior, el cuadro volvía a cambiar su aparecía. Ahora aparecía la chica sola, sonriendo con lágrimas en los ojos. Abajo, la firma se hizo clara mostrando su nombre y una dedicatoria:

¡Venganza por Navidad!

Valga este relato como cuento Navideño y como respuesta a la propuesta literaria VadeReto de este mismo blog.
Estas son las condiciones de este mes:
Crea un cuento de navidad poco típico y que dé miedito.