La brisa suave y aromática de la pradera me besa los carrillos y mueve mi salvaje melena muy len…ta…men…te. Correteo dando saltitos, cual cervatillo. Mis piernas consiguen mantenerse en el aire, ingrávidas, durante unos segundos, antes de volver a posarse sobre la hierba. La imagen es digna de aparecer en un anuncio navideño de colonia.
Voy persiguiendo a una dulce y preciosa chica que ríe escandalosamente, aunque no consigo escuchar su risa. Ella se gira hacia mí mientras intenta escapar de mi abrazo y tropieza con una raíz perversa, cayendo y rodando por el césped. Yo me paro junto a ella, sereno, lozano, sorprendentemente relajado, cuando debería estar echando la papilla por el esfuerzo de la carrera. ¡Ni siquiera jadeo!
Ella me mira, entre sensual y traviesa, pero su cara cambia a espanto. ¿Se habrá dado cuenta que no soy un príncipe azul, ni siquiera celestón desteñido? No, no me mira a mí, está mirando a través de mí. ¡Qué chica más enrevesada!
Dada la gravedad de su cara, pienso que nos ataca algún monstruito, como los que acabo de matar para salvarla. Me vuelvo, dispuesto a sacar mi espada, aunque no la encuentro. ¡Si es que lo voy perdiendo todo! Pero no me da tiempo a ofuscarme, el motivo del terror es el sol. Su intensidad crece de forma anormal y peligrosa. Parece querer quemarlo todo en un ataque de furia, o de celos. Cierro los ojos, caigo al suelo y comienzo a gritar. Sí, un héroe también puede ponerse histérico.
Todo dura solo unos segundos o eso me lo parece a mí.
Cuando vuelvo a abrir los ojos estoy tendido bocarriba y la potente claridad sigue lastimándome la vista, pero no quema. Intento incorporarme y choco contra la nada. Una nada bastante sólida. El golpazo ha sonado como si hubieran dado la una en la iglesia de San Drogón y debo tener la frente y la nariz como un guiri el primer día de playa.
Tras unos instantes de confusión, y casi pánico, descubro que estoy dentro de una caja de cristal, o algo similar. ¡Por las barbas de mi abuelo! ¿Estoy muerto y se han puesto de moda los ataúdes transparente? ¡Qué siniestro, aunque ocurrente!
Sin embargo, debe haber habido algún error, porque estoy vivo. ¿Estoy vivo? Me palpo y me pellizco, intentando confirmar mi todavía existencia terrena. Me duele y pienso, ¿seguirán los fantasmas sintiendo el dolor físico? Bueno, al menos soy un espectro ocurrente.
Miro mi entorno y veo que estoy en una especie de habitación de hospital, tan blanca que incomoda. Varias máquinas se conectan a mi ataúd y muestran gráficos muy ilustrativos, pero que no tengo ni idea de qué quieren decir. El silencio es estremecedor y me reconforta, hasta que recuerdo que estoy dentro de una caja, de un cajón, ¡de un féretro! Busco algún botón o resorte que consiga abrirla, pero no lo encuentro. Golpeo la tapa, intento forzarla, la empujo con mi cabeza, la insulto, pero nada. Al final lanzo un desesperado grito:
—¡QUIERO SALIR DE AQUÍ!
Y la caja se abre. ¡Lamarequemeparió! ¿Era así de fácil?
Consigo incorporarme, sentarme y no caerme de frente por el intenso mareo. En ese momento, descubro que tengo cables pinchados en mis brazos. En un alarde de valentía y arrebato me los arranco y luego vuelvo a gritar. ¡Tengo repulsión a la sangre! No me da tiempo a desmayarme, un extraño artefacto metálico con brazos, parecido a un espantapájaros, se acerca y me planta dos tiritas, una en cada brazo. ¡Qué atento! Le hablo y pregunto, pero no me contesta. Tampoco tiene cabeza, cara u orejas. ¿Las necesitará?
Cuando intento ponerme de pie vuelven los mareos. El nivel de aturdimiento y desorientación es tremendo. ¿Cómo he llegado aquí? ¿Cuándo lo he hecho? ¿Cuánto tiempo me he llevado ahí dentro encerrado? Por el dolor de cabeza y la sensación de malestar debo haber estado en un fiestón con barra libre. ¿Quién me ha traído entonces? Dudo que haya llegado a este sitio por mis propios pies. ¡Necesito encontrar respuestas!
Mi primer paso ocasiona la erupción del Krakatoa, pero no llego a vomitar. El alarmado espantapájaros metálico ha acudido raudo y veloz con un cubo en sus manos. ¡Esto es un mayordomo y no el de Batman! Cuando comprueba que ha sido una falsa alarma, se retira y vuelve con un recipiente lleno de agua. Bueno, tal vez haya que reprogramarlo para que la próxima vez venga con una cerveza.
Consigo dar mis primeros pasos, aunque mis piernas temblequean como un vil imitador de Elvis. Me siento ligero, como si flotara dentro de una gran piscina. Sospecho que si me lanzo hacia delante podría nadar en el aire. ¡Madremía! Todavía debo andar bastante ebrio. Mi traviesa sonrisa, reflejada sutilmente en el cristal de la puerta, me delata. Esta se abre en cuanto me aproximo. Qué detalle, este hotel se merece cinco estrellas en la guía Michelón.
Salgo al pasillo y aparece en frente otra pequeña habitación con aspecto de WC. Desconozco si es esa su función, pero, al verlo, mi apremiante cuerpo me impulsa a entrar en él y usar el receptáculo con apariencia de váter. Espero que sea eso y no un lavabo o una pileta moderna. Por el tiempo que me lleva vaciarme deduzco que, o me he bebido toda la bodega del pub que visité anoche, o esos cables me han hinchado como la rueda de un tractor. ¡Ay, qué delicia!
Cuando sacudo y me vuelvo veo una aparición espeluznante, horripilante, repulsiva, tirando a desagradable, que me hace gritar, esto se está volviendo ya una costumbre. Ella grita también, aunque no la escucho. Doy un paso atrás, ella también. Le saco la lengua, ella también. Me río, ella también. Evidentemente, es un espejo y me hace comprobar que voy totalmente desnudo. ¡En pelota viva! Menos mal que todavía no me he cruzado con nadie. Cojo una especie de cortina, de aspecto metálico, con el suficiente ancho para envolver mi menudito cuerpo. Me vuelvo a mirar en el espejo y quedo complacido. He pasado del monstruo del pantano a Octavio César muy Augusto.
Regreso trastabillando al pasillo y lo recorro, vacío, frío y silencioso, hasta llegar a una sala, desangelada, con solo una mesa en el centro y una silla junto a la pared. Por lo visto, no se esperan visitas. Sobre la mesa hay una gran cesta llena de fruta. ¡Qué original! No me da tiempo ni a acercarme cuando un enorme y aterrador rugido me hace dar un respingo y pensar que me ha seguido el monstruo del sueño. Por suerte, un segundo rugido, esta vez más parecido a un ronroneo, me hace darme cuenta que el causante de los bramidos es mi propio estómago, se ve que le da igual el menú vegetariano.
Cuando cojo la silla para sentarme, educado que es uno, como por arte de birlibirloque aparecen en la mesa varias jarras llenas de líquidos coloridos, algunos espumosos, recipientes llenos de comida y algo que parece frutos secos. Su apariencia no tiene nada que ver con cualquier cosa que antes haya comido, pero cuando la necesidad apremia no hay remilgos que valgan. Así que me lanzo a la mesa y haciendo honor a mi indumentaria me pego una orgía romano-alimenticia que avergonzaría al mismísimo Baco, Saturno o a cualquier de sus primos.
Cuando aún no he llegado a los postres, la pared que queda justo frente a mí se vuelve transparente. Por un momento, me quedo petrificado y con la boca abierta. La comida se me cae de ella, de forma bastante asquerosa. El robot espantapájaros, que ha debido venir tras de mí, se muestra solícito para limpiarla y por poco me asfixia. Esto consigue sacarme del embobamiento y me hace levantarme para observar la ventana desde más cerca.
Lo que veo a través de ella me hace estremecer, sudar, temblar, casi llorar, ¿gritar? Seguro. Ante un fondo profundo y totalmente ausente de luz, una gran concentración de nubes va dejando vislumbrar un planeta rodeado de varias lunas. ¿¡Eso es el espacio!? ¿¡Estoy en una nave espacial!?

No puedo creerme que todavía me duren los efectos de los efluvios etílicos o es que de verdad estoy dentro de una escena de StarTrek o StarWars o Stardentrodeunsueño.
Me vuelvo y comienzo a preguntar a la habitación vacía, a gritos, por supuesto:
—¿QUÉ HAGO AQUÍ? ¿DÓNDE ESTOY? ¿CÓMO HE LLEGADO A ESTA NAVE?
Me responde el eco de las paredes y como son bastantes obtusas no me sacan del misterio. Grito más fuerte, pensando que los ocupantes de esta nave podrían ser bastante duros de oído. Por supuesto obtengo la misma respuesta anterior: el eco de mis alaridos.
Si esto fuera una historia de Asimov, de Bradbury, de Clarke o de cualquiera de esos genios de la Cifi, me habría respondido una voz metálica, egocéntrica y convincente que me calmaría y me situaría en esta trama. Pero no, por lo visto la IA de esta nave se jubiló antes de tiempo o le llego un ERE que me ha dejado a mí más solo que un garbanzo en la sopa de un asilo.
Una agitación exterior me hace volverme y ver aparecer, a través del cristal, otra nave. La sorpresa me vuelve a abofetear, no ya por la nave en sí, es que en su cabina transparente hay gente saludándome. Puedo ver a unos quince o veinte niños mirándome expectantes y curiosos. ¿Niños? Son criaturas pequeñitas, pero… Uno tiene cuatro ojos, pero no lleva gafas; otro cuatro brazos, y no creo que sea Shiva; a uno, en lugar de piernas, le salen del tronco unos tentáculos parecidos a los de un pulpo; otro no es humanoide, es… parece… creo que… ¡Es asqueroso! Todos disfrutan como si fuera la excursión infantil de algún colegio.
La nave pasa de largo y la sustituye otra, de las mismas características, pero ahora el escaparate está lleno de habitantes mucho más viejos, o eso parecen en comparación con los anteriores. Todos tienen más arrugas que un plato de callos. Uno es todo pelo, muy largo y blanquísimo, no sé si está bocarriba o bocabajo; otro es una inmensa bola flotante con una gorrilla de algún equipo deportivo, no soy capaz de descifrar las letras; otro es una amorfa y asquerosa gelatina que se expande y contrae continuamente; otro… ¡Da igual! ¿¡Qué coño son y de dónde vienen!? ¿Es una excursión del INSERSO marciana?
Uno de los yayos alienígenas, con lo que parece una mano, señala enfáticamente algo que está a mi derecha. Todos los vejestorios atienden sus indicaciones y saltan y gritan exaltados. Otro señala hacia la izquierda, nueva excitación. Empiezo a sospechar que no estoy solo.
Intento escudriñar desde mi aparente balcón qué es lo que están viendo esos bichos¸ pero no soy capaz de ver más allá de lo que tengo enfrente.
—¡QUIERO VER EL EXTERIOR! —Vuelvo a gritar de forma histérica, involuntaria e inquisitiva.
La IA, si existe, es incorpórea y silenciosa, pero solícita. En un acto de auténtica prestidigitación, convierte toda la sala en una inmensa pecera que me hace parecer una mojarra en un acuario. Ya no existen paredes. Puedo divisar todo el universo a mi alrededor. También el techo y el suelo se han vuelto transparentes y grito ante la posibilidad de caerme al vacío. Sí, parezco una cumpleañera histérica, pero nadie me había avisado de este fiestón.
Después de conseguir tranquilizarme, gracias a la botella de lo que parece cerveza y que he apurado de un solo trago, me dedico a investigar con más sosiego la infinitud del exterior. Efectivamente, no estoy solo. En la nave puede que sí, pero no en el exterior, diez, veinte, treinta… ¡Qué digo! Más de cien naves, miles de ellas, se sitúan perfectamente alineadas lateralmente a la mía. En cada nave hay un individuo, unos humanoides, otros cuadrúpedos, otros… cualquiera sabe qué son. Todos colocados como en un inmenso y panorámico expositor de un… ¡¿Zoológico?!
Esta es una disquisición demasiado complicada y agotadora para mí. Espero ser un pichón expuesto en un parque zoológico espacial y no un posible fiambre en el escaparate de un centro de alimentación para consumidores galácticos.
Con los ojos llenos de lágrimas, me doy cuenta de que, con un nuevo truco de magia, todas las viandas que había en la mesa han sido repuestas e incluso han añadido alguna sorpresa más. Sea cual sea el caso en el que me halle, qué menos que me muestre orondo y feliz. Voy a indagar en los manjares que me han dejado y brindaré porque mi persona sea la más bonita de ver y la más desagradable de comer, por si acaso.
¡SALUD!
Relato escrito para el VadeReto de este mes:
Inventa una historia de Ciencia Ficción a partir de la introducción ofrecida.
P.D.: Cabecera creada a partir de la Imagen de Willgard Krause en Pixabay