Ensoñación Innata

Abro los ojos, pero no soy capaz de vislumbrar nada. Por mucho que lo intento, la tenebrosa oscuridad me convierte en un ciego involuntario. ¡No, no puede ser! Me rebelo y me obligo a rechazar esta angustiosa sensación. Agudizo los sentidos para intentar captar algo que me haga salir de esta engañosa alucinación. ¡Quiero captar al menos un sonido! Sin embargo, el silencio se empeña en magnificar mi soledad y acrecentar mi miedo. Intento moverme y mis brazos y piernas se niegan a obedecerme. ¿Qué demonios me está pasando? ¿Será el tránsito hacia la muerte?

Encierro mi ansiedad y me afano en acompasar mi respiración para no empezar a gritar. Tengo que racionalizar mis sentidos. No puedo dejar que me dominen y que, aunque simulen ausencia, gobiernen cada nervio de mi cuerpo.

Cuanto hasta diez… Dejo un par de segundos tras cada inspiración, profunda e intensa… Aguanto el aire en mis pulmones y dejo que la serenidad inunde cada una de mis células… Exhalo muy despacio, controlando cada gota de aire que abandona mi cuerpo… Lo repito varias veces hasta que noto como me relajo y vuelvo a asumir el control de mi organismo.

Pruebo de nuevo, pero no comienzo esta vez por la vista, sino por los oídos. Me concentro en captar el más mínimo murmullo, susurro, chasquido, crujido… ¡Noto algo! Parece un ligero roce. Cuando soy capaz de concentrar toda mi atención en él lo reconozco: es el viento. Es un brisa tan tenue que no me extraña que antes no la haya percibido. Me dejo abrazar y logro sentir cómo me acaricia la piel. Me produce un pequeño escalofrío que se convierte en alborozo. ¡Estoy vivo!

Con más sosiego, me invito a abrir los ojos sin que me invada el pánico. La vista se me aclara y comienzo a percibir mi entorno, aunque la luz sigue siendo débil y etérea. El amarillo, el verde, el marrón, parpadean ante mí, bosquejándome siluetas.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

La fragancia, limpia y natural, hacen despertar también mi olfato. No tengo dudas, estoy en un bosque. Ya puedo distinguir los árboles que me rodean. También pequeños arbustos que se florean de preciosos y coloridos brotes, alimentando abejas con sus elixires. Las esencias inundan mi boca, degustando sabores a flores, hierba, hongos, tierra húmeda, savia…

Con un esquizofrénico baile, las mariposas cobran vida ante mis sorprendidos ojos y me regalan una bienvenida coreografiada en el aire. Cuando intento acariciar una, noto que mis extremidades siguen sin querer moverse, permanecen entumecidas. Noto las piernas, pero parecen exánimes masas, encalladas y petrificadas. Sin embargo, me encuentro erguido. Soy incapaz de alcanzar con mis ojos los pies, pero puedo comprobar que me sustentan sin problemas.

Cuando, con empeño, consigo visualizar parte de mis brazos, la alarma y la ansiedad comienzan a adueñarse de nuevo de mi ser. Mi piel es rugosa, dura y de aspecto viejo y pétreo. De color pardo con tonalidades verduzcas. Se prolongan hacia el cielo, pero no terminan en manos sino en… ¡¡¡Hojas!!!

Con violenta erupción, el miedo se convierte en terror y un mudo grito muere en mi garganta mientras una terrible pregunta me explota en la mente:

«¿Soy un árbol que soñó ser una persona,
o soy una persona que está soñando ser un árbol?»

Este relato se corresponde con la propuesta para el VadeReto de este mes:
Crea una historia relacionada con los Sueños.

VadeReto (Mayo 2021)

Descripción del logo.-
De fondo, una mesa de escritorio, con avíos de escritura: Cuaderno abierto con borrones, una cartera, un cubilete con lápices, un despertador y, destacando, una pluma roja de ave dentro de un tintero. Todo esto queda enmarcado por una corona de laurel dorada. La parte exterior, queda oscurecida. En la parte inferior, aparece en horizontal, una cinta, también dorada, donde aparece escrito el texto "VadeReto" y debajo de éste el mes abreviado y el año, dentro de un rectángulo plateado.
Nota.- En esta ocasión he añadido nubes alrededor de la imagen para crear un cuadro onírico. Estamos en un sueño.

Buenos días/tardes/noches sean…

Dicen que la vida es un sueño y que no por mucho soñar, amanece más temprano.

Que quién vive sus sueños alarga sus días y que el que no sueña no disfruta de las aventuras que le brinda la vida.

Todo eso está muy bien, pero ¿Qué pasa con el dormir? ¿Por qué algunos tenemos por amigo al insomnio y se empeña en ser más jartible que las llamadas de ofertas telefónicas?

No pegas ojo por la noche y luego te llevas todo el día como un extra de «gualquin dí».

Ya lo decía hasta Martin Luther King: ¡¡¡Tengo un sueño!!!

En fin, dichosos los que duermen como un bebito sin importarle los sueños en los que ande metido.

Y ¿por qué todo este rollo soñero? Pues porque teniendo en cuenta no repetirme y que es lunes de vigilia, la inspiración me hace proponeros soñar. Pero literariamente. Así que…

El VadeReto de este mes va de SUEÑOS.

Fotografía de un bebé felizmente dormido.
Un cesto de mimbre sin asa le sirve de cama y una mullida manta de hilo blanco le viene como colchón. 
Va vestido con ropita de punto marrón claro y lleva un gorrito con orejas de conejo, como el muñeco que porta en su brazo derecho.
La mano izquierda se apoya en su sien, generando la imagen el mayor de los placeres oníricos.
Imagen de MarvelMozhko en pixabay.

Pero no de tus anhelos y ansias para el futuro. Ni de tus deseos imperiosos e irrealizables.

Cuéntanos un sueño, una historia onírica, una fantasía increíble o una locura imposible. Total, en los sueños todo es posible, ¿no?

Convertíos en el Walt Disney acervolense y hacednos vivir vuestro sueño sin caernos dormidos. Aunque visto la falta de él, lo mismo hasta nos viene bien. 😅😂

Dejad volar vuestra imaginación y soñad entre las nubes, pero no os olvidéis de volver a bajar al suelo.

¡Que la inspiración os coja despiertos!

Besos y achuchones.
😊😉😘😘😘